ESTADO ISLAMICO

Carlos Rodríguez Nichols

Cada día, el mundo es testigo de los atroces ataques del Estado Islámico en contra de poblaciones civiles en Europa, el norte de África, Siria e Irak. Ataques a personas inocentes: blancos de esta organización criminal para crear un pánico colectivo independientemente de la ideología política de las víctimas.

Un odio anti occidental que aparentemente se remonta a muchos siglos y milenios en la historia de humanidad: abusos cometidos por el Imperio Romano; posteriormente las atrocidades perpetuadas en el tiempo de las cruzadas; muchos años más tarde los crímenes realizados, en nombre de Dios, durante la época de la inquisición.

Odio que terminó de conjugarse con la explotación de las riquezas naturales departe de las naciones occidentales durante los siglos dieciocho y diecinueve, hasta las recientes invasiones de la antigua Unión Soviética en Afganistán y de Estados Unidos a Kuwait e Irak, durante las últimas décadas del siglo veinte.

Pareciera que la ira de los pueblos musulmanes se trasmitió, silenciosamente, de generación a generación y, debido a su incapacidad de organización defensiva, no se había manifestado con la fuerza con que se desarrolla en la actualidad. Especialmente, con las tácticas de resistencia y adaptación con las que cuentan, sumado a la capacidad de convocatoria dirigido a jóvenes adoctrinados a morir para trascender la vida material en nombre de Alá.

Es una guerra asimétrica. Militarmente, los combatientes del Estado Islámico no se concentran en una región específica sino que se esparcen por diferentes naciones y continentes. El propósito no se limita a apoderarse de un territorio determinado sino, más bien, su interés reside en modificar la balanza de poder a nivel mundial: infiltrando-se y creando células anti occidentales dentro de las mismas naciones occidentales que sirvan como instrumento para tener control de un mayor radio de acción.

Los ataques cometidos en los últimos seis meses en Dinamarca, Francia y Túnez en dos oportunidades, Egipto, Kuwait, Somalia e innumerables veces en Irak y Siria deja al mundo perplejo ante esta barbarie, y confirma el poder de esta organización de corte religioso criminal que actúa de la misma forma que lo hicieron los europeos hace más de mil años.

La solución no es un ataque aéreo militar, de la coalición de las naciones más poderosas del mundo, debido a la extraordinaria capacidad de movilización y reagrupación que el EI ha demostrado tener. Esto es tan irracional como atacar y destruir el territorio del país vasco español con el fin de erradicar a la ETA o hacer una invasión masiva de Colombia para desmantelar la producción y el narcotráfico de cocaína.

Por lo tanto, cabe preguntarse si la solución al problema es de corte militar o más bien es el momento para que los actores internacionales de las mayores potencias del mundo tomen consciencia de la importancia de redefinir políticamente el equilibrio del poder mundial.

De ahí, la importancia, a largo plazo, del cuestionado tratado entre Estados Unidos e Irán: un avance político diplomático para muchos y, para algunos, una eminente amenaza expansionista de la República de Irán en la región. Parece que las cinco naciones más poderosas no van a poder seguir controlando política y económicamente el mundo como lo han hecho hasta el presente.

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