Terrorismo

Carlos Rodríguez Nichols

El terrorismo alberga los más viles sentimientos humanos: el odio, el resentimiento, la venganza, la envidia, la egolatría y la destrucción del otro: de niños y adultos inocentes que explotan en mil pedazos en la terminal de un aeropuerto, en la entrada del metro o en uno de los tantos edificios en el corazón de Europa.

Centenares de heridos de los que no se especifican las secuelas físicas y psicológicas; atentados terroristas que dejan una huella para el resto de la vida: pulmones perforados con los clavos utilizados en los artefactos explosivos; personas invalidas o postradas en una cama; órganos vitales dañados y serias consecuencias dermatológicas.

Estos repudiables hechos crean un sentimiento de indefensa, de terror y pánico colectivo ante la interrogante, sin respuesta, de sí mañana seré yo testigo o víctima mortal de las atrocidades llevadas a cabo por hombres y mujeres ideológicamente radicalizados. Sujetos antisociales que irrespetando los derechos de los hombres, se inmolan creando un espectáculo noticioso alrededor del mundo. Transgresores que movidos por una sed perversa hacen daño a un cúmulo de gente absolutamente ajenas a sus deformadas idolatrías.

El terrorismo se puede analizar desde diferentes perspectivas: políticas, religiosas, económicas y sociales. Se puede elucubrar acerca de las diferentes razones que han causado esta infección humana, esta podredumbre, producto en gran medida de un rechazo cultural; una repercusión, que se remonta a siglos de historia.

Pero antes que nada, la realidad actual requiere de una inmediata extirpación de este carcinoma que carcome a poblaciones de Oriente Medio y ataca centros neurálgicos con altas condensaciones de personas en ciudades occidentales. Para ello, se necesita de pactos internacionales contra el flagelo de grupos extremistas; unidad de los servicios de inteligencia; y una seguridad policial unificada que permita mayor protección a los ciudadanos, al hombre de la calle, y a niños y adolescentes víctimas de estas inescrupulosas organizaciones radicales.

Hoy el mundo vive una guerra despiadada departe de fanáticos islamistas contra las naciones occidentales. Por lo tanto, se debe lograr un equilibrio entre el principio de libertad, y la necesidad de protección de los habitantes; porque no existe libertad en una sociedad que es incapaz de proporcionar seguridad y velar por los derechos fundamentales de los ciudadanos.

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