Carlos Rodríguez Nichols
Cinco días después del atentado en Bélgica, que puso fin a la vida de treinta y cuatro inocentes y dejó un saldo de doscientos setenta heridos, aún quedan cabos sueltos e interrogantes sin aclarar respecto al cerebro o actor intelectual de estos golpes terroristas. En este momento, muchas miradas están dirigidas al rol radicalista que ejercen los imanes de la Gran Mezquita de Molenbeek; nido y refugio de un radicalismo estrechamente ligado al extremismo saudí.
En Molenbeek, la mitad de la población es musulmana con un desempleo que rosa el cuarenta porciento. El desempleo y la xenofobia son facilitadores de un entorno antisocial transgresor que en gran medida incita a participar en actividades al margen de la ley. Así, Molenbeek es un caldo de cultivo de miles de jóvenes musulmanes, desarticulados cultural y socialmente, radicalizados a través de ideologías fundamentalistas por entidades internacionales interesadas en la desestabilización de Europa. El gobierno de Bruselas debe poner fin al control de Arabia Saudí sobre la Gran Mezquita. Esta debe practicar un islam tolerante y no el ejercido hasta ahora por los extremistas wahabíes de Arabia Saudí.
También, las naciones de occidente deben reconocer el apoyo económico y logístico brindado por Arabia Saudí a grupos extremistas responsables de radicalizar ideológicamente a musulmanes alrededor del mundo ante la mirada ciega de sus socios silenciosos, entre ellos Estados Unidos y Turquía.
Es cuestionable el comportamiento del jefe de estado de Turquía al juzgar al gobierno de Bélgica de irresponsable e inoperante en materia antiterrorista, especialmente en este momento en que se sellan pactos económicos y políticos entre la nación turca y la unión europea. El presidente de Turquía responsabiliza a los belgas de una ineficacia policial y de un desarticulado servicio de inteligencia. Según los decires del presidente turco, estas entidades fueron notificadas por Ankara acerca de la peligrosidad de los responsables de los atentados de Bruselas; delincuentes ligados al islamismo radical en Siria. Las controversiales denuncias del presidente de Turquía hacen pensar, una vez más, en la reiterada cercanía del jefe de estado de Turquía con Arabia Saudí, y la conexión enmascarada de estas dos naciones con los grupos extremistas islámicos.