Carlos Rodríguez Nichols
Las avenidas de Buenos Aires, el obelisco y los monumentos de la capital se vistieron de fiesta para recibir a nada más y a nada menos que a la soberana, la reina del pueblo, la dueña de los corazones de todas y todos los argentinos. Más que una demostración de fuerza, se trató de una fiesta nacional para decirle a la ex presidenta, una vez más, que están con ella en las urnas y en las calles.
Según algunos cálculos, los más conservadores hablan que treinta mil seguidores se hicieron presente para recibir a la patrona. Pero, los más lanzados calculan que rosaba los cincuenta mil. Miles de incondicionales se apretujaron unos contra otros para verla, a Ella, a Cristina, después de cuatro meses de ausencia.
Y la señora, con su sonrisa fresca, lanzaba besos al aire con la misma soltura que cual recién coronada a “miss universo”; lanzaba besos a una multitud que entregada a su diosa la recibía con rítmicos cánticos de: ¡Llegó la jefa, llegó la jefa…!
La ex presidenta, con la nobleza y dignidad de siempre, saludaba a su gente como lo hacía durante aquellos años de oro que, desde el balcón del patio de la Casa Rosada, se dirigía a sus hinchas, a sus fans, a esa militancia que no cree en corrupciones ni en negocios truchos. Creen en Ella. En Cristina, su reina y soberana.
Al pueblo, aquellos descamisados de Evita, no les interesa saber acerca de las habladurías de conteos de billetes en cuevas urbanas, de comisiones millonarias en trenes chatarra, de tráfico de efedrinas, fiscales suicidas, hoteles fantasmas, obras públicas o transacciones entre amigos. Tampoco quieren escuchar de inflaciones ni paraísos fiscales, y mucho menos de buitres o de empresas petroleras españolas. A la gente le aburre la misma cantaleta de la oposición, culpando a la ex presidenta de encubrir atentados con jueces a su antojo, tráfico de influencias, lavado de dinero y malversación de fondos públicos.
La muchedumbre no quiere ser parte de estos dimes y diretes; solamente desean estar cerca de Cristina, la mujer que gobernó para los más necesitados, los estudiantes becados, los hijos de madres solteras, los enfermos sin cobertura social, y los desempleados mantenidos por el Estado que, en algunos casos, suman cinco y hasta seis miembros de la misma familia !
Todas y todos los argentinos, con igualdad de derechos, se reverencian ante la Jefa, su señoría. Gritan, a voces, que no hay poder judicial ni oligarquía que tenga la fuerza para ensuciar el nombre de Cristina ni destruir la obra de los Kirchner en beneficio de los menos privilegiados. Más bien, el pueblo reclama que Ellos, Nestor y Cristina, ocupen un lugar al lado de los beneméritos de la patria; a la altura de San Martín y los grandes próceres de la historia de Argentina.
¡”Vamos a volver, vamos a volver, tarde o temprano volveremos”! -vociferaba la militancia.