El binomio Trump-Putin

Carlos Rodríguez Nichols

Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Rusia han pasado durante la administración Obama por el momento más tenso y distante desde el final de la Guerra Fría. La próxima investidura de Donald Trump como presidente de la primera potencia mundial abre una gama de preceptos, entre ellos la supuesta cercanía del presidente electo con Vladimir Putin. Vínculo que se puso en evidencia en la pasada campaña electoral norteamericana, a tal extremo, que el Partido Demócrata acusó a los servicios secretos rusos de inmiscuirse a favor de Trump. La cadena de televisión rusa no ocultó el interés de que el magnate neoyorkino llegara a la Casa Blanca, enfatizando que una proximidad política y económica entre Estados Unidos, China y Rusia favorecería la estabilidad del mundo.

Una de las principales razones por la cuales Putin insiste en la cercanía con Trump es debido a sus intereses geopolíticos en la península arábica. Rusia con el contundente apoyo al gobierno de Damasco protege sus bases militares en Siria y, fundamentalmente, pone a prueba la industria armamentista y el liderazgo del mandatario ruso en la región. La relación política entre Putin y Trump no se limita solamente a una cercanía diplomática. Se trata de reforzar las alianzas en el conflicto de Oriente Próximo donde actualmente existen dos fuerzas hegemónicas: por un lado Irán, Rusia y Siria; y por otro lado, Arabia Saudí y sus estados satélites con el apoyo tácito de la potencia norteamericana.

Por lo tanto, una proximidad entre Estados Unidos y Rusia redefiniría el poder geopolítico  de las potencias en la zona. Opción, sin duda, que fortalece a Rusia, Irán y a su protegido Bashar al-Ásad, y consolida el rol de Moscú y Teherán tanto en la dinámica regional como en el escenario mundial. En este caso, se debilitaría el expansionismo imperialista de Arabia Saudí y, consecuentemente,  la estrecha relación de la nación saudí con la potencia estadounidense. Un ajedrez político que requiere de un alto nivel de profesionalismo en las negociaciones y estrategias a corto, mediano y largo plazo entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos.

Putin cuenta con una formación política en la KGB que se remonta a los años de esplendor de la antigua Unión Soviética. En la actualidad, el mandatario moscovita intenta reivindicar la otrora grandeza de la Rusia zarista, y el peso internacional del que hizo alarde la potencia soviética en los años sesenta: medidas que le han aportado la aceptación de la mayoría del pueblo ruso.

Donald Trump no posee el conocimiento ni la experiencia en el medio diplomático, militar o en la función pública en general. El magnate neoyorkino durante la campaña polarizó al electorado y al Partido Republicano al que representa. Trump no cuenta con el apoyo de una gran parte de la ciudadanía y es rechazado por importantes sectores de la sociedad civil: una realidad que juega en su contra a la hora de implementar estrategias a nivel global. A todas luces, el presidente electo carece de la formación política para afrontar la responsabilidad que exige la investidura como Presidente y Comandante en Jefe de la primera potencia del mundo.

La estabilidad mundial depende de la capacidad del futuro presidente para delegar funciones en los miembros de su equipo de gobierno con experiencia en la arena política internacional. Políticos de carrera capaces de negociar con el círculo reducido de estadistas que lideran el planeta en una de las crisis más categóricas de las últimas décadas. Tiempos en que el terror en manos de grupos extremistas, y la proliferación de armas nucleares en regímenes dictatoriales despóticos, como en el caso de Corea del Norte, amenazan la seguridad de los pueblos. Se requiere, ahora más que nunca, de un líder asesorado por especialistas en los diferentes sectores gubernamentales; expertos que compensen la ignorancia del futuro presidente estadounidense en materia política y militar.

Si el presidente electo pretende conducir el Despacho Oval de la misma manera escabrosa como dirige sus empresas personales, entonces, el mundo se vería ante una situación de inenarrables dimensiones. Si fuese así, Vladimir Putin se perfilaría frente a Estados Unidos y las naciones de occidente como el gran estratega, el líder que devuelve al pueblo ruso el sueño perdido de aquel pasado de poder y gloria que por décadas ocupó la Unión Soviética.

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