Trump: la insensatez de un ególatra

Carlos Rodríguez Nichols

El Jefe de Estado de China reaccionó energéticamente ante los desafíos de Donald Trump. La potencia asiática advirtió a Estados Unidos de una posible escalada intervencionista si no hay un cambio de dirección en la política del nuevo líder de la primera potencia mundial. Según la información difundida en la prensa internacional, las dos grandes potencias pueden llegar a un enfrentamiento debido a los choques y desencuentros entre los jefes de gobierno de Beijín y Washington. Una guerra comercial en la que Estados Unidos posiblemente sería la parte perdedora ya que China detenta una inmensa parte de la deuda norteamericana.

Trump antes de ser investido Presidente de Estados Unidos amenazó a la potencia asiática con la eliminación de los tratados de comercio, y la implementación de aranceles a las empresas que fabriquen fuera de Estados Unidos, una especie de muralla tarifaria a la producción manufacturada en China. Una medida populista más cerca del discurso nacionalista que de la realidad del mundo globalizado. Una de las tantas afirmaciones de este amateur de la política que escaló la cima presidencial disparando incoherencias sin entender el alcance de sus palabras como Presidente del país más poderoso del mundo.

Sorprende que el empresario neoyorkino carezca de las fundamentos de economía internacional y los parámetros establecidos en un sistema globalizado que se contrapone al proteccionismo que pretende alcanzar; sabiéndose de ante mano que la derogación de los acuerdos internacionales coaccionan la configuración del equilibrio comercial y político global. Más aún, el señor Trump debe tener presente la cercana relación entre Rusia y China frente al poderío de Occidente. Ambas potencias comparten un sistema autoritario de Estado con una suerte de economía liberal: un popurrí hecho a la medida que aventaja en muchos casos el inmovilismo de algunas naciones occidentales.

Este aprendiz de Presidente, para no decir aprendiz de Mago, debe cuidar sus palabras y estrategias ante las potencias rivales; porque, los que hoy suponen ser sus aliados mañana pueden convertirse en acérrimos enemigos. El novato presidente de Estados Unidos está inmiscuyéndose en arenas movedizas frente a regímenes totalitarios embebidos de una carrera armamentista a nivel mundial. Después de todo, no debe olvidar que la Guerra Fría trascendió en forma y nomenclatura pero no necesariamente en sus cimientos.

Donald Trump en cuestión de semanas ha vociferado toda clase de improperios contra la comunidad europea: naciones estratégicas de la geopolítica norteamericana y pilares de la democracia de Occidente. La Comunidad Europea, con sus vicios y virtudes, está conformada por quinientos millones de habitantes procedentes de veinte y ocho naciones. Una configuración de estados, culturas, lenguas y tradiciones que crean una de los mercados más prominentes del comercio internacional, y un poderoso bastión político militar de las hegemonías occidentales.

Por eso, sería recomendable que el Presidente de Estados Unidos deje a un lado su ignorante postura populista, disparando a cielo abierto contra organizaciones de la altura de las Naciones Unidas y la  OTAN; instituciones que a pesar de sus logros y fracasos han funcionado como un cinturón protector para las naciones de Occidente en los últimos setenta años. Es imposible pretender abolir alianzas comerciales y militares de reconocida trayectoria, especialmente, si no se tiene el conocimiento político, militar y diplomático para llevarlo a cabo.

El mundo está en manos de un ególatra que ha demostrado ser capaz de edificar un imperio en el sector privado; pero, hasta el momento ha dado señales de una  absoluta insensatez y falta de conocimiento en la administración pública. Ignorancia, en la que se pone en juego información confidencial del servicio de inteligencia de la primera potencia mundial.

Es muy preocupante que Donald Trump, desde su limitado conocimiento político, sea el hombre más poderoso de la Tierra en tiempos tempestuosos y de gran incertidumbre. Sobre él recae una enorme responsabilidad que atañe el contexto domestico estadounidense, así como la realidad económica y social de las fuerzas que conforman el equilibrio de poder mundial

 

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