Carlos Rodríguez Nichols
La comunidad de naciones europeas se consolidó hace sesenta años en un continente aún con las venas abiertas después de una desgarradora Segunda Guerra Mundial. Una exterminación humana que dejó un saldo de más de sesenta millones de muertos, y una economía desarticulada social y políticamente. Todo esto, frente a la carrera nuclear y geopolítica entre Estados Unidos y la extinta Unión Soviética por alcanzar la supremacía mundial.
En seis décadas la Unión Europea ha atravesado una multiplicidad de retos. No obstante, el descalabro financiero del 2008, la amenaza terrorista, y la crisis de inmigrantes huyendo de los conflictos bélicos, han puesto a la comunidad de naciones a prueba de fuego como organización. Este convulso escenario ha sido causante de un desequilibrio institucional que evidencia un deficitario manejo de las negociaciones. La realidad de Grecia es un claro ejemplo de los magros resultados de la institución para llegar a acuerdos consensados frente al desorbitado endeudamiento griego con bancos europeos y entidades financieras mundiales.
La tilinte relación diplomática de las naciones europeas con el autoritario presidente turco, una vez más pone en tela de juicio la capacidad de la Unión Europea para llegar a una solución frente a la futura membresía de Turquía en el club de naciones. En gran medida, debido al totalitarismo y la actitud beligerante del Jefe de Gobierno de Ankara que se aparta diametralmente de los principios democráticos de los países europeos. Y, como otros dictadores de la actualidad, el Jefe de Estado se ampara detrás de bambalinas disfrazadas de consultas electorales y referéndums con el fin de legitimar el absolutismo de sus políticas.
Sin el menor recato, Erdogan amenaza a las naciones europeas con romper el acuerdo establecido con La Unión Europea; trato que involucra a casi tres millones de refugiados a cambio de la nada desdeñable suma de seis mil millones de euros. Ejemplo de esto, fue las recientes riñas diplomáticas con los gobiernos de Alemania y los Países Bajos, a los que el totalitario Jefe de Estado turco etiquetó de nazis fascista, por no permitir llevar a cabo un meeting político a favor de su próximo referéndum. Con un discurso populista, Erdogan es capaz de enfrascarse en toda clase de escaramuzas con tal de engrosar sus filas, sin importarle las repercusiones a futuro para Turquía y para la población turca en general. Incluso desprestigiando públicamente al club de Estados de Europa al que pretende llegar a ser miembro.
Uno de los mayores escollos que enfrenta la comunidad de naciones europeas es el creciente sentimiento anti europeíta promovido por políticos con un discurso proteccionistas. Movimientos de extrema derecha como el presidido por Marine Le Penn en Francia apelan al descontento de una parte de los votantes afectados por el desempleo, la globalización, la inteligencia artificial y la industrialización de la mano de obra. Un huracán social que se conjuga con la masiva llegada de refugiados a Europa: hordas de inmigrantes que escapan de las atrocidades de las guerras, enfrentándose, en muchos casos, a la hostilidad de las naciones europeas incapaces de acoger a esta multitud provenientes de culturas y tradiciones tan disímiles a las occidentales.
La Unión Europa como institución carece de las herramientas para afrontar y gestionar esta realidad humana. No se trata solamente abrir las fronteras, sino de proporcionar un entorno digno a millones de personas que no hablan el idioma y profesan otros cultos y religiones. Para ello, se requiere de una re-estructura en vivienda, educación y servicios de salud que permita cubrir las necesidades básicas de millones de sirios, africanos e iraquíes, rechazados por una considerable parte del electorado y de los contribuyentes europeos.
Desafortunadamente, los recurrentes brotes de terror instan al desprecio de los inmigrantes. Sin embargo, según los servicios de inteligencia la gran mayoría de los asilados en Europa están totalmente desligados de los grupúsculos de fanáticos. Es ampliamente conocido que solamente un reducido porcentaje del grueso de estos extranjeros está relacionado a las organizaciones terroristas de corte islámico fundamentalistas que, dispuestos a inmolarse, producen auténticas masacres en aeropuertos y sitios públicos creando un pánico colectivo a nivel global.
Aparte de la constante amenaza del terrorismo, la Unión Europa enfrenta tres retos de gran relevancia que se interconectan entre sí. La salida del Reino Unido de la comunidad de naciones producirá un vacío especialmente en materia de defensa y seguridad. Esto, sumado a las amenazas de la nueva Administración de Washington de cara a la OTAN, debilitará a la UE como institución dando lugar a una posible desconexión de otras naciones miembros de la comunidad europea; situación que en este caso desarticularía al continente como núcleo comercial. Este supuesto panorama puede llegar a cambiar la configuración de Europa que, en la actualidad, conforma uno de los mercados comunes más importantes del mundo.