Carlos Rodríguez Nichols
Donald Trump con un discurso populista logró escalar en el Partido Republicano hasta llegar a ocupar la silla presidencial del Despacho Oval. El magnate inmobiliario dueño de casinos, concursos de belleza y revistas basura, vendió la imagen de un empresario exitoso capaz de revolucionar el sistema político de Washington.
Después de siete meses a la cabeza de la nación estadounidense, el nuevo inquilino de la Avenida Pensilvania ha demostrado una absoluta incapacidad para liderar la primera potencia mundial y su entorno más cercano. La díscola y caótica Casa Blanca se ha convertido en un recinto de inexpertos políticos carentes de conocimiento sin las herramientas sociales y diplomáticas para hacer frente a las alarmantes realidades que amenazan el planeta.
A todas luces, una total falta de estrategia hasta para esconder las mentiras y confabulaciones de la familia presidencial envuelta en un puñado de marañas mafiosas y relaciones clandestinas con gobiernos históricamente enemigos: una madeja de falsedades que no se sostienen en una era de comunicaciones globalizada. Incluso, los medios de comunicación con líneas editoriales favorables al gobierno no pueden ocultar el desorden institucional de la casa presidencial durante la Administración Trump. Un desfile de incompetentes que salen por la misma puerta por la que entraron días anteriores, y prosaicos jefes de comunicación que comportándose como viles y vulgares mercaderes, con palabras altisonantes intentan amedrentar a indisciplinados subalternos irrespetuosos de las directrices marcadas por el incapaz Jefe de Estado.
Si los subordinados más allegados al Presidente no son leales a su investidura, entonces, es imposible pretender que la comunidad internacional tenga respeto por el Comandante en Jefe de la primera potencia mundial. A raíz de esto, el liderazgo de Estados Unidos se ha visto notoriamente aminorado, debilitando consecuentemente el prestigio de Washington como principal actor en la arena política internacional. Especialmente, en un contexto inquietante ante el ascenso nuclear de Corea del Norte, el expansionismo geopolítico de Rusia, y la ambición imperialista de China en términos globales.
Aquel circense candidato republicano, aplaudido por un público al que irresponsablemente complació con disparatados muros fronterizos y delirantes medidas sectoriales, hoy, como presidente, cuenta con el mayor desprestigio de la historia norteamericana y con un contundente menosprecio doméstico al no llevar a cabo las promesas de campaña ni las metas propuestas. Esta suerte de palurdo se ha convertido en el dolor de cabeza de economistas, políticos y jefes de gobierno testigos del caos institucional de la Casa Blanca, y de las transgresiones de los servicios de inteligencia extranjeros a los fundamentos de Estados Unidos como nación. No hay la menor duda de que el Kremlin ha dado un golpe sin precedente al sistema democrático norteamericano, violando sin el menor decoro ni respeto la intimidad de la primera potencia mundial.
Ante la flaqueza de liderazgo norteamericano y las incongruentes políticas segregacionistas, la comunidad de naciones europeas da un paso al lado de Estados Unidos tomando el destino en sus manos. En medio de vendavales económicos que pronosticaban una feroz tormenta, Europa afronta con tenacidad la deserción del Reino Unido, una de las principales economías continentales y bastión en materia de seguridad regional. Esto, sumado a las constantes intimidaciones y a los numerosos atentados terroristas en las principales capitales europeas.
Una coyuntura sociopolítica que es todo menos halagadora. Un pulso hegemónico de Oriente Próximo entre persas y saudíes, ante la mirada cómplice de Rusia y Estados Unidos, dos adversarios geopolíticos desde hace más de setenta años. Sin duda, Siria sirvió como plataforma para el lanzamiento militar ruso a gran escala, una apuesta que favoreció a Putin como actor de peso en la arena política internacional, y a la reinserción de Rusia entre los mayores potentados del mundo. Alejada de la ortodoxia comunista, Rusia al igual que China se convirtieron en economías de mercado regidas por Estados de corte dictatorial con controles jerárquicos de la maquinaria gubernamental. Esta similitud entre ambas potencias las acerca estratégicamente frente al expansionismo imperialista estadounidense en el Golfo Pérsico y en la zona del Pacífico. Un duelo entre imperios en declive y rivales en ascenso, en el que se pone en juego el poder hegemónico de Estados Unidos frente al crecimiento militar ruso y la influencia económica mundial de China.
Por eso, para entender la perturbadora situación de la península coreana hay que comprender los intereses hegemónicos del gigante asiático chino y la alianza tácita de Pekín y Moscú, muy lejos de una supuesta interrelación con el advenedizo jefe de gobierno de Washington. En otras palabras, Estados Unidos carece del apoyo militar de China y Rusia, y, posiblemente, tampoco cuenta con el ciego respaldo de las naciones europeas; comunidad de la que Washington tomó explícitamente distancia, oponiéndose al financiamiento estadounidense al tratado militar trasatlántico.
El supuesto gran hombre de negocios, patrocinador de realityshows de una absoluta ligereza intelectual, ha demostrado total incapacidad para poner fin a los entretelones de la Casa Blanca y los dimes y diretes de sus más cercanos allegados. Si por la víspera se saca el día, difícilmente, el incompetente mandatario norteamericano tendría las agallas ni el discernimiento político para liderar una invasión nuclear en la península coreana: conflicto armado en el que morirían cientos de miles de civiles, efectivos norteamericanos y coreanos, y dejaría daños colaterales a nivel mundial.
Sin más, el ascenso nuclear de Corea del Norte se fortalece día tras día ante la ineptitud del mandatario estadounidense, torpemente, implicado en las maquiavélicas estrategias de servicios secretos extranjeros que claramente juegan en su contra. Sin duda, mientras el mundo camina en la cuerda floja a punto de caer al vacío, el presidente parece ajeno a la enorme responsabilidad que recae sobre su estatura política como Comandante en Jefe de la primera potencia mundial.
Buenisimo!!!!
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