Los entretelones del conflicto norcoreano

Carlos Rodríguez Nichols

No hay la menor duda de la peligrosidad que significa la amenaza nuclear de Pyongyang para el mundo entero. Ya no se trata del matonismo de dos chiflados de turno, sino de un ciclo atómico en ascenso que ha sido imposible de aplacar con inútiles sanciones ni con risibles nomenclaturas de eje del mal. El régimen norcoreano en el último lustre ha desarrollado armamento de destrucción masiva lo suficientemente poderoso para causar una catástrofe regional y un desequilibrio ecológico a nivel planetario.

Lo que unos meses atrás se leía como el despliegue de fuerza de un irreverente y paranoico desquiciado dictador, hoy se ha convertido en una vertiginosa aceleración  de ensayos balísticos, una escalada de experimentos nucleares, el  perfeccionamiento de misiles balísticos de largo alcance, y una poderosa bomba de hidrogeno causantes de sismos terrestres en la zona circundante. Una demostración de la carrera atómica del régimen norcoreano que pasó de ser regional para convertirse en una amenaza global: provocaciones que sin duda encienden las alarmas mundiales ante la posibilidad, nada desdeñable, de un conflicto nuclear que involucraría a seis potencias mundiales. Sin más, un escenario donde se pone en juego los intereses políticos, militares y económicos de Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Corea del Sur, sin dejar de lado a la Unión Europea como uno de los jugadores de primera división en un mundo interconectado.

Hoy, la península coreana está altamente militarizada tanto por las intimidaciones y desafíos del régimen de Pyongyang, así como por los mecanismos defensivos militares de la primera potencia mundial desplegados en las bases militares de Japón, Corea del Sur y la isla de Guam. Estados Unidos cuenta a ciencia cierta con el apoyo incondicional de Seúl y Tokio, sus grandes aliados en el Pacífico. Según algunos analistas, las provocaciones norcoreanas han beneficiado la expansión militar norteamericana en la zona: un mayor número de efectivos, portaviones, submarinos y el incremento de defensa anti misiles. Sin duda, el expansionismo de Washington en la región incomoda principalmente al gigante asiático y a Rusia. Por esta razón, es sumamente improbable el apoyo de Pekín y Moscú a Estados Unidos en el conflicto norcoreano; más allá de votar en conjunto a favor de las infructuosas sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; decretos que han resultado absolutamente ineficaces en la última década.

El mayor interés de China es conservar su poder geopolítico en el Pacífico. Por eso, se opone a un tajante bloqueo comercial a Pyongyang, su aliado y protegido militar, que actúa como una suerte de escudo o filtro ante la posible escalada norteamericana en la península. Pekín sabe que el día que Estados Unidos derroque al régimen de Kim Jung, en ese momento se unifican las dos Coreas bajo el potentado norteamericano; acrecentando, de esta forma, la presencia de Washington en la región y, consecuentemente, debilitando a China a nivel geopolítico.

Obviamente, a Pekín ni a ninguna potencia mundial le favorece una guerra nuclear; la cual, sin duda, conllevaría a una destrucción inenarrable con resultados catastróficos a nivel poblacionales y económicos. Ante esta coyuntura, los Jefes de Estado de China y Rusia están en una peligrosa encrucijada o más bien entre la espada y la pared: por un lado, la amenaza de la escalada militar y el expansionismo geopolítico de Washington que debilitaría la presencia de China en el Pacífico, y, por otro lado, las continuas provocaciones norcoreanas incitadoras de guerra con consecuencias devastadoras para la humanidad. A simple vista es mejor el expansionismo estadounidense en el Pacífico. No obstante, el fortalecimiento norteamericano en la región atenta contra el poder político, militar y económico de las otras potencias involucradas en esta sinuosa escalada nuclear.

El mayor interés de Rusia es seguir expandiendo su fuerza y poderío más allá de sus fronteras, teniendo en cuenta el reciente éxito militar del Kremlin en Oriente Próximo, y su cercanía estratégica con Irán, Siria y Catar. También, hay que recordar la similitud que comparte Moscú con el gigante asiático en  la construcción de un Estado poderoso e implacable. Todo esto desmarca a Moscú de Washington, nación  con la que una vez más rivaliza la supremacía mundial en un escenario multi-actoral. Una lucha de poderes independientemente del inquilino que ocupe la Casa Blanca, ya sea aquel primer mandatario de raza negra con una línea de pensamiento de centroizquierda, o, el actual presidente de corte neo fascista defensor de movimientos de ultra derecha. Al final, es una mano a mano entre potencias con diferentes posicionamientos ideológicos en el que cada uno, desde su propia trinchera, intenta liderar la carrera armamentista y el poder en términos globales.

Ante las amenazas y constantes provocaciones de Pyongyang, Estados Unidos como primera potencia mundial debe de sentarse a la mesa de negociaciones con las otras potencias involucradas en el conflicto norcoreano. Ya no se trata de sanciones. Se trata de ofrecimientos. ¿Cuáles son las renuncias y beneficios que se explayarán sobre la mesa de negociaciones a favor y en contra de los intereses de Washington, Pekín, Moscú y Pyongyang? A este punto, está de más recordar que a ninguno le conviene una guerra de esta magnitud. Estados Unidos carga sobre sus espaldas una deuda trillonaria heredada de las invasiones a Oriente Próximo. Pyongyang, el régimen dictatorial de Kim Jung-un, y los pueblos de la península coreana resultarán acribillados bajo los efectos mortales de las armas de destrucción masiva. Y, China y Rusia verán menguados su fuerzas ante una debacle regional.

De igual manera, hay que tener presente el lugar de preponderancia militar que ocupan Seúl y Tokio, naciones que ante esta peligrosidad regional intentan lograr una mayor autonomía militar y nuclear más allá del respaldo de su aliado y socio estadounidense. Por ende, ya no se trata solamente de sancionar al irreverente dictador, sino de mesurar y poner en perspectiva los posicionamientos y estrategias de cada uno de los múltiples jugadores de este delicado ajedrez político; contienda a la puerta de un conflicto bélico en el que se pone en jugo una catástrofe planetaria.

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