Carlos Rodríguez Nichols
Alguien que constantemente contradice las tesis avaladas por la gran mayoría, no es ni más ni menos que el abogado del diablo. En otras palabras, su función es argumentar los procesos que se llevan a cabo en la arena política internacional y en la sociedad en términos generales. Para muchos, es considerado el espíritu malicioso que rebusca y escarba con agudeza y algidez los síntomas sociales: esos retorcidos pasos de políticos y ciudadanos que el grueso de la masa no puede leer entre líneas o sencillamente cree en la verborrea de sus líderes: desoyen el trasfondo de las palabras de los gobernantes sin cuestionar si se trata de una diáfana verdad o de la más virulenta de las mentiras.
Por eso, con el afán de escudriñar hasta el fondo la turbiedad y contubernios políticos, vale inquirir en el reciente viaje del nuevo Secretario de Estado estadounidense a Arabia Saudí donde proclamó ante príncipes petroleros y magnates la peligrosidad del régimen iraní, sistema, al que acreditó como el patrocinador del terrorismo en Oriente Medio y la mayor amenaza imperialista regional. Lo expresado por el segundo abordo de Washington asevera el expansionismo de Teherán y la estrecha relación del régimen iraní con Moscú en el territorio sirio. Compadrazgo interestatal que sin duda desafía los intereses geopolíticos de las potencias occidentales afines al reinado petrolífero saudí.
Las paradójicas palabras del jefe de la diplomacia estadounidense hicieron eco en el mundo entero, pero principalmente en la audiencia de Arabia Saudí. Nación árabe reconocida “silenciosamente” por su financiamiento y apoyo logístico-militar a organizaciones gestoras de los atentados en el Golfo y en las calles de las principales capitales europeas. Es de conocimiento público la implicación de los monarcas petroleros como padrinos y mentores de instituciones extremistas religiosas lideradas por imanes fanatizados promulgadores de la corriente islámica wabi, la escuela más dogmática y ortodoxa del Corán. Un secreto a gritos cada vez más difícil de acallar.
Después de la corta estadía en Riad, el Secretario de Estado hizo una parada en Israel para confirmar sus estrechos lazos con la élite gubernamental, a los que prometió total respaldo en caso de una invasión de los ayatolas persas… Pocos días después, el mandatario israelí deslumbró al mundo con información secreta acerca del submundo nuclear de Teherán. Datos conocidos desde hace tres años por la agencia internacional especializada, que de modo alguno deberían de haber alterado el acuerdo de no proliferación nuclear firmado por los jerarcas iraníes, las potencias occidentales, Rusia y China, durante la pasada Administración estadounidense. Este teatro noticioso acerca del arsenal nuclear iraní sirvió para justificar lo injustificable, enredando al grueso de la población con información posteriormente desacreditada por las casas de gobiernos europeas y agencias noticiosas. La falsedad de este burdo montaje confirmó una vez más el ansia de Washington de romper el acuerdo con Irán. Una pobre táctica diplomática, por no darle la nomenclatura de mediocre estrategia, que desestima las consecuencias de esta mala puesta escénica de cara a las próximas negociaciones nucleares entre Estados Unidos y las dos Coreas.
No es un buen indicador que la primera potencia mundial firme y rompa acuerdos según la ideología partidista del inquilino que ocupa la Casa Blanca, principalmente, cuando se trata de tratados atómicos en regiones de alto voltaje. La nación más poderosa del mundo debería de tener la madurez política para negociar tratados internacionales con una mirada “largoplacista” favorable a sus propios intereses y a los de las potencias antagonistas. Los pactos multilaterales no son la “panacea de beneficios” para ninguno de los participantes, lo importante es lograr un punto medio que satisfaga los aspectos cardinales de las naciones involucradas en aras de una mayor estabilidad regional.
La salida de Estados Unidos del pacto nuclear con Irán indudablemente conllevará derivaciones negativas al frágil equilibrio de Oriente Medio. Una decisión irresponsable con fines partidistas para complacer la miopía política de la base electoral ultra conservadora republicana, sin medir las repercusiones a vuelta de la esquina. La comunidad de naciones no puede vivir en un constante estado de alerta debido a las frecuentes amenazas militares, comerciales y descréditos de Washington a los acuerdos establecidos en décadas pasadas. Especialmente, en la actualidad mundial liderada por múltiples actores atómicos con raíces ideológicas y culturales disímiles, imposible de amalgamar bajo el mismo credo ni los preceptos democráticos occidentales. Si bien, los sistemas políticos que valen para las naciones primermundistas no necesariamente están al alcance de sociedades con idiosincrasias y tradiciones milenarias, por más atrasadas y anacrónicas que parezcan ante la mirada de Occidente.