Carlos Rodríguez Nichols
La histórica cumbre entre el dictador norcoreano y el presidente estadounidense tiene más de propaganda política cortoplacista que de razonamiento estratégico a largo plazo. Propaganda que refuerza los posicionamientos personales de ambos mandatarios frente a la base electoral republicana estadounidense y ante al reprimido pueblo de Corea del Norte. Desde un punto de vista estrictamente político, el inquilino de la Casa Blanca cumple con una de sus promesas de campaña y, en el otro lado del Pacífico, el brutal dictador engaña a su pueblo con retóricos sofismos y ensueños de un futuro con sabor a libertad.
Sin afán de menoscabar el esfuerzo de Corea del Sur por pacificar la península coreana, el gran ganador de este cónclave es el autócrata norcoreano que finalmente logró el tan deseado reconocimiento mundial como potencia nuclear. Más que una reunión en honor a la paz, fue la puesta en escena del potencial nuclear de Pyongyang ante el mundo entero, constatando la amenaza atómica del régimen comunista coreano a nivel global. Sin más, un cara a cara entre dos acérrimos enemigos sonriendo e intercambiando promesas vagas y acuerdos vacíos de contenido.
En el fondo no es más que la mixtura de egos, inmadurez política y exiguas herramientas diplomáticas de dos controversiales personajes que constantemente desafían el orden internacional. En cuestión de meses, pasaron de insultantes epítetos y mutuos agravios a desproporcionadas alabanzas. Al extremo que el volátil presidente de Estados Unidos recientemente llamó a su homólogo norcoreano “hombre de gran nobleza que ama a su pueblo”; obviamente, haciendo caso omiso de los genocidios y atrocidades cometidas por el régimen del joven dictador. ¡Sin duda, es mejor este absurdo teatro que el atroz escenario nuclear con inenarrables consecuencias globales!
Sin embargo, la cumbre del pasado martes fue la escenificación de un reacomodamiento de poderes mundiales. Coyuntura que no se limita exclusivamente a Washington y Pyongyang, sino, comprende los intereses de las grandes potencias regionales. Tanto así, que el dictador norcoreano antes del encuentro con Trump se reunió en dos ocasiones con el presidente chino. Y, para terminar de evacuar cualquier duda, llegó a la cumbre de Singapur en un avión privado de Air China facilitado por el presidente chino. A todas luces una constatación del respaldo y participación del gigante asiático en este ajedrez político. También, por si fuera poco, dos días antes de la histórica cumbre, el jefe de Estado de China condecoró a Vladimir Putin con la medalla de oro, símbolo de la estrecha relación entre ambas potencias y el reconocimiento a Putin como mejor amigo del potentado asiático. En este juego de poderes y estrategias nada es casualidad ni tampoco gestos al azar. Todo está muy bien calibrado de cara al expansionismo geopolítico de Moscú y Pekín a nivel mundial. Principalmente, ahora que Estados Unidos pone en marcha políticas proteccionistas contrarías a los tratados comerciales internacionales.
Ejemplo de esto fue la pasada cumbre del G7 en Canadá. Un absoluto fiasco diplomático enmarcado por las rabietas y ataques de ira del insolente presidente estadounidense. Irresponsable desprecio de Washington a sus más cercanos aliados que abre el espacio a nuevas negociaciones con otros actores internacionales: particularidad que sin duda favorece el posicionamiento de Pekín y Moscú ante las naciones europeas en materia comercial. En otras palabras, la política aislacionista estadounidense está posibilitando el ascenso y fortalecimiento de las potencias asiáticas en la arena política internacional, circunstancia, en la que Rusia y China sacan máximo provecho de la salida de Washington del acuerdo climático global, el rompimiento con las naciones del Pacífico, la demolición al tratado nuclear con Irán y, una vez más, la tilinte relación existente entre Europa, México, Canadá y Estados Unidos.
Por otro lado, es tal la necesidad de Europa de un reacomodo a corto plazo que la canciller alemana, el presidente francés y el Jefe de Estado ruso se reunieron con el fin de acercar posiciones ante una posible y cada vez inminente guerra comercial con la primera potencia mundial. Esto, sumado al viaje de Putin a Austria donde fue recibido con honores por el jefe de gobierno austriaco. Visita oficial en la que el Kremlin consolidó tanto el apoyo de Viena como el del nuevo gobierno de Italia, que fervientemente abogan por retirar las sanciones impuestas a Rusia tras la anexión de Crimea.
Por tanto, detrás del cinematográfico espectáculo de la alfombra roja en Singapur y los farsantes complementos del mandatario estadounidense a Kim Jung, ¡las naciones más ricas del mundo bullen de escozor, en este tóxico cocido a fuego lento!