En las últimas semanas, los medios de comunicación han asediado a sus seguidores con el supuesto intento de violación de Brett Kavanaugha Christine Ford cuando ambos eran estudiantes adolescentes. Hoy, treinta y seis años más tarde, él es candidato a ocupar uno de los lugares más prestigiosos del cuerpo jurídico estadounidense. Ella, doctora en psicología, es profesora en la Universidad de Palo Alto, y miembro del departamento de investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad Stanford.
Sin duda, dos profesionales con prestigiosas carreras y éxitos profesionales. Por tanto, no se trata de ficciones narrativas de mujeres del bajo mundo en perjuicio de honorables personalidades. Al contrario, es la exposición mediática de una respetable científica con reconocidas credenciales académicas presa de una perversa situación que la marcó psíquicamente durante décadas.
Más allá de la atroz veracidad de los hechos, los medios de comunicación han desvirtuado la noticia al punto de convertirla en una suerte de “soap opera”, un culebrón televisivo propio de culturas tercermundistas y no lo que se espera de una nación educada del primer mundo. Empresas noticiosas con amplia audiencia y liderazgo, vergonzosamente inmiscuidas en murmurantes comadreos henchidos de “ella dijo que él dijo”.
En esta danza de habladurías, que hasta la fecha tiene más de intriga que de dato confirmado, se pone en juego los pretendidos valores éticos de la sociedad estadounidense. Todo esto, en tiempos de amplia exposición de abusos sexuales cometidos en el pasado por altos jerarcas institucionales. Nefastos comportamientos que han salpicado a diferentes entidades de la sociedad, tanto del medio cinematográfico como aquellas de carácter religioso dictadoras de cánones morales.
Es tal la vulgarización de la noticia que los espectadores apuestan por diferentes versiones, sin ni siquiera saber los pormenores de este retorcido hecho transfigurado en prosaico cotilleo. Unos, insisten que solo se trató de juegos eróticos y excesos etílicos de jóvenes adolescentes: iniciaciones sexuales en los entornos machistas de la época, en los que los hombres necesitaban manifestar su poder y las mujeres ocupar un lugar de reconocimiento en el universo masculino, a pesar de la desproporcionada desventaja de género. Para muchos de estos, las mujeres no eran más que objetos de deseo, es decir, cacerías de sus antojos varoniles.
Otros, apuestan a una patraña política para menoscabar la figura del inquilino de la Casa Blanca máximo patrocinador de la candidatura Kavanaugh, el “intachable magistrado” según la escala de valores del controversial Jefe de Estado. Estos, insisten en una estrategia de los demócratas para desmerecer el engranaje estructural presidencial y sus aspiraciones de cara al 2020, así como su intención de retener el control de las cámaras en manos del partido Republicano.
Pero eso no es todo. Algunos consideran que esta parafernalia sexista no tiene otro fin que desviar el foco de interés público a otro ángulo social en momentos convulsos a nivel global, principalmente, en Asia y Oriente Próximo donde Rusia, China y Europa apuestan por alianzas que desfavorecen la hegemonía estadounidense.
En este hipotético caso, las redes informativas serían parte de una obscena danza de contubernios: socios silenciosos de este “juego de abalorios” en el cual utilizan tácitamente a políticos y al público en general como instrumentos de vil control social. Ante esta posible peripecia, la doctora Ford y el juez Kavanaugh serían, entonces, los piones de un ajedrez político tutelado por los medios de comunicación proclives a una redistribución de poderes.
Si fuera así, Brett Kavanaugh y la Christine Ford podrían resultar siendo los “personajes inmolados” de esta saga televisiva. Él, por tener que enfrentar las injurias de su sinuoso pasado, incluso, muy cerca de haber visto frustrada su candidatura al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Ella, por exponerse ante la mirada pública en una nación harto polarizada: grieta que no se limita a los partidos políticos, sino que ahora alcanza la Corte Suprema de Justicia.
Más aún, desde una perspectiva estrictamente electoral, cualquiera de los dos resultados perjudicaría las aspiraciones oficialistas en las próximas elecciones de noviembre. Si los senadores finalmente se inclinan por favorecer la nomenclatura del magistrado, dicha resolución enfurecerá principalmente al voto femenino en feroz oposición a la desigualdad de género y en franca batalla campal contra el imperio sexista masculino; al punto, que la población femenina puede convertirse en pivote político de las siguientes contiendas electorales. Escenario que sin duda tendrá nocivas repercusiones para los republicanos. Por otro lado, si el Comité de Justicia del Senado se opone a la nominación de Brett Kavanaugh esto, innegablemente, debilitaría la figura presidencial y al sector más conservador de la derecha partidista.
Por eso, ambas concluyentes tendrán un impacto negativo para el oficialismo en un ambiente de incertidumbre y exigua valorización del mandatario a nivel nacional; esto, sumado a las deshonrosas acusaciones imputadas a los hombres más cercanos al presidente. Contexto político qué, a cinco semanas de las elecciones de las cortes, augura una importante pérdida de poder del ala reaccionaria estadounidense.