Las alianzas mundiales

Carlos Rodríguez Nichols

A pesar del crecimiento económico estadounidense, el liderazgo internacional de Estados Unidos se ha visto debilitado desde la llegada de Trump a la Casa Blanca. El carácter imprevisible del mandatario, sus oscilantes opiniones públicas y la constante necesidad de confrontación han menoscabado la influencia de la primera potencia mundial, provocando una grave crisis de legitimidad. La personalidad conflictiva del mandatario es causa sine qua non del caótico entorno de la casa presidencial, así como del desconcierto diplomático en la arena política internacional.

Liderazgo cuestionado no solo por las potencias rivales sino incluso por los aliados de Washington en el último siglo, figuras de peso de la estatura política de la canciller alemana, el presidente francés y la jefa de gobierno británica refutan sus inoportunos y desdichados decires. Autoridad menguada debido al irrespeto del presidente a las organizaciones internacionales, tratados multilaterales y acuerdos consensuados por sus antecesores. El desacato presidencial a los pactos mundiales desacredita su conducción como Jefe de Estado y deteriora el equilibrio mundial, una espiral de deméritos en detraimiento de compromisos previamente establecidos entre las naciones a nivel global. Elementos desestabilizadores del orden internacional que han obligado a los bloques económicos a reformular sus alianzas de poder y rediseñar estrategias geopolíticas.

La pérdida de credibilidad de Europa en la Administración de Washington ha exigido un reposicionamiento del viejo continente frente a China, las principales economías latinoamericanas e Irán como potentado en Oriente Próximo. Poder global que extiende sus tentáculos a Rusia India y Japón: una multipolaridad de fuerzas que no se limita exclusivamente a los desplantes de uno de los jugadores del  ajedrez político internacional. Ante la deteriorada relación transatlántica, la Unión Europea ha vuelto la mirada hacia una China en expansión con posicionamientos proclives al libre comercio globalizado y acuerdos multilaterales, posturas antagónicas a la retórica proteccionista del inquilino de la Casa Blanca.

Los lazos económicos entre las naciones europeas y el gigante asiático no son nada desdeñables. Europa es el mayor socio comercial de China y Pekín es el socio más importante del bloque comunitario, dato que los sitúa entre las interconexiones más prominentes del planeta. Ambos suman un veinticinco por ciento de la población mundial y un tercio de la riqueza planetaria; coyunturas, que los impelan a construir puentes entre ambas culturas y participar en la dirección de un mundo más equilibrado. Una restructuración social que requiere de compromisos conjuntos para sanar las profundas heridas que sufre gran parte de la humanidad, la crisis de valores sociales y el desprecio a los referentes de autoridad claramente palpables en la sociedades occidentales.

Estados Unidos es la primera potencia y lo será por las próximas décadas. No obstante, China como potencia emergente está ocupando espacios a nivel internacional que la perfilan hacia un liderazgo mundial, en especial, ante una sociedad estadounidense extremadamente polarizada con notoria orfandad de líderes. ¡Qué más ejemplo de orfandad de liderazgo que la grosera y patológica figura presidencial, intentando orquestar el mundo desde el despacho oval de la Casa Blanca!

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