Carlos Rodríguez Nichols
Existen coyunturas políticas, sociales y económica muy similares entre Venezuela y Siria. Las dos naciones están regidas por sistemas autoritarios a la sombra de potencias extranjeras que rivalizan entre sí con fines estrictamente económicos y geopolíticos: actores internacionales que proclaman y destituyen dictadores según sus propios intereses, utilizando las crisis humanitarias como telón de fondo para destronar a regímenes opuestos a sus proyectos mercantilistas.
Ambas economías son comandadas por jerarquías castrenses en estrecha colaboración con organizaciones criminales a escala transnacional. Todo esto, a la luz de una brecha social insostenible fruto de la explotación del sector militar sobre las clases menos privilegiadas a las que fomentan con falsas promesas y venenosos discursos antiimperialistas. En otras palabras, militares erguidos en el poder a costa de poblaciones carentes de necesidades básicas.
A pesar que Siria no cuenta con riquezas petrolíferas como las naciones circundantes de la región, sin duda tiene una posición estratégica en el mapa de Oriente Medio. Situación que la convierte en diana política de los países occidentales interesados en minimizar los costos del petróleo saudí hacia los mercados europeos. Cadena de producción en la que lucran de forma indecorosa los gobiernos locales, así como las grandes potencias involucradas en la distribución del tan anhelado “oro negro”.
En la última década, Siria se convirtió en el laboratorio militar de las potencias regionales, en otras palabras, en terreno de batalla de Rusia e Irán para poner a prueba equipos armamentistas de última generación sin afectar directamente al grueso de sus poblaciones. Esto, a cambio de proteger al dictador sirio y asegurar la permanencia de este sátrapa en el poder, ¡el mismo, al que hace ocho años la comunidad internacional vaticinó tener las horas contadas!… ¿Error de cálculo o doble discurso político de las potencias involucradas en el conflicto armado?
Debido a la escasez alimentaria y la decadencia institucional, alrededor de quinientos mil sirios han muerto, cinco millones han sido desplazados, y aproximadamente seis millones han buscado asilo principalmente en Europa. Hordas migratorias que han tenido que enfrentar el rechazo de gran parte de la opinión pública europea en franca oposición a las políticas de fronteras abiertas y asilo sin control a refugiados.
Por otro lado, la realidad venezolana es igual de desalentadora. La codicia de políticos envueltos por generaciones en abusos y escándalos de corrupción sirvió de caldo de cultivo a la descomposición social que vive el pueblo venezolano: corrupción generalizada de políticos que han saqueado de forma desvergonzada las arcas estatales de uno de los países más ricos de Latinoamérica.
Venezuela es considerado entre mayores productores de petróleo y derivados del mundo, pilares fundamentales de desarrollo económico de las naciones industrializadas, así como columna vertebral de los mercados mundiales y de la política exterior a nivel global. Sin embargo, a pesar de su abundancia natural, hoy es testigo de una quiebra estatal y desprestigio político a lo largo y ancho del planeta. Debacle económico fruto en gran parte a las irresponsables medidas llevadas acabo por el régimen chavista durante las últimas dos décadas.
En el último lustro, casi cuatro millones de venezolanos han huido del sistema autócrata implantado por los narcodictadores bolivarianos estratégicamente orquestados por fuerzas militares externas. Según recientes estudios demográficos, gran parte del éxodo venezolano se concentra en los países fronterizos del cono sur. Si bien, lo que en un principio fue visto por estas naciones receptoras como surplus laboral, ahora es considerado una carga financiera para los Estados suramericanos que apenas subsisten a las erradas políticas económicas de gobernantes populistas.
Populistas que de forma estridente aplaudieron las medidas instauradas por el entonces “paladín” de la Revolución Bolivariana, el mecenas de la “década ganada” kirchnerista y de la corrupción generalizada brasileira. En otras palabras, Chávez fue el cajero de esa panda de desvergonzados que se hicieron llamar la nueva izquierda latinoamericana, aunque tienen más de ávidos afanosos que de empáticos benefactores.
El escenario venezolano es confuso de todo ángulo que se mire debido a la congruencia de grandes potencias compitiendo por sus propios beneficios. Un abanico de actores que abarca a potestades internacionales salvaguardando sus millonarias inversiones y, por otro lado, a organizaciones criminales intentando convertir a Venezuela en un narco estado petrolero con tentáculos en el mundo entero. Dicho de otra manera, un ajedrez político que incluye a Rusia, China, Estados Unidos, Irán, Hezbolá, Las Farc y la decrépita Cuba castrense, cada uno, luchando por sus utilidades económicas y expansión geopolítica. Solamente el tiempo dirá si la oposición venezolana puede vencer al régimen chavista o, como en el caso de Siria, las fuerzas proclives al dictador terminarán imponiendo su dominio sobre la nación petrolera.