Carlos Rodríguez Nichols
El coronavirus ha puesto en jaque a la población mundial. El mundo está expuesto a esta epidemia a nivel global y a serias implicaciones principalmente en salud y economía. Es decir, un problema de salud pública que amenaza la estabilidad política y económica de la comunidad de naciones. También, pone a prueba la eficiencia o más bien la disfuncionalidad de políticas públicas sanitarias para enfrentar el impacto de este virus altamente contagioso que multiplica día a día el número de casos y muertes.
En un principio, se pensó que no era más que una vorágine de noticias amarillistas de medios de comunicación catastrofistas. Algunos gobernantes subestimaron la magnitud de esta epidemia desoyendo las grabes consecuencias. Políticos populistas de izquierda y derecha que culparon a los partidos de la oposición y a la prensa por alarmar a la población. El tiempo ha demostrado las erratas de estos demagogos, desaciertos, que retrasaron el control del virus en etapas iniciales. Hoy, la mayoría de los gobiernos, incluso aquellas administraciones que en un principio manifestaron comportamientos irresponsables frente al virus, finalmente han tomado medidas drásticas para controlar la pandemia: regulaciones que desafortunadamente impactan de forma negativa la economías.
Un desequilibrio económico a nivel mundial conlleva repercusiones en comercio internacional y medio ambiente, y abrumadoras consecuencias en la fuerza laboral. En otras palabras, la caída del consumo de bienes y servicios afectará de forma global la agricultura y la cadena de distribución de insumos, así como la industria y el turismo para mencionar algunos rubros; en fin, producirá un estrepitoso descalabro financiero a gran escala.
El cierre de comercios, bares, clubs, eventos públicos y privados, así como la cancelación de vuelos y cierres de centros turísticos crearán una desaceleración económica y una eminente recesión económica a futuro cercano. Escenario en el cual las inversiones extranjeras y el fructífero mercado inmobiliario experimentarán una de las mayores bajas de los últimos tiempos. Esto, sin duda, tendrá serias consecuencias en las clases menos privilegiadas: camareros, cocineros, dependientes de tiendas, hoteles y supermercados, personal de gimnasios, teatros y cines, choferes de buses, taxistas, empleados de líneas aéreas y aeropuertos. En otras palabras, la mayoría de los ciudadanos de países de primer mundo y, aún mas serio, de aquellas naciones en vías de desarrollo. Es decir, el grueso de la población que vive de un salario mensual para cubrir necesidades básicas y obligaciones financieras previamente establecidas: alquileres, hipotecas, deudas y prestamos universitarios.
Debido a esta categórica desaceleración económica muchas personas tendrán que alejarse de sus fuentes de trabajo, lo que aumentará radicalmente los índices macroeconómicos de desempleo. Paralización económica que producirá millonarias quiebras materiales sumado a pérdidas de vidas, algunas en edades productivas. Sin más, una crisis socioeconómica que afectará a la población mundial de manera transversal sin distinción de clase social o escolaridad. Todos, de alguna forma, ya somos o seremos testigos de esta pandemia.
Y, lo más serio está por venir. La mayoría de la gente aún no ha vivido los nefastos alcances de este virus en carne propia, dado que la epidemia todavía no ha aquejado a sus familias, amigos, vecinos y compañeros de trabajo de manera directa. El día que empiece a verse el entorno inmediato disminuido por este contagioso virus, entonces, la incertidumbre y el pánico profundizarán en mayor grado las derivaciones económicas de los ciudadanos. Una vez más, ¡lo peor está a la vuelta de la esquina!
Sin duda, el mundo se perfila hacia una recesión económica sin precedentes, mucho más profunda que la vivida décadas atrás. Ejemplo de esto, es el desplome de mercados bursátiles alrededor del mundo que han llegado a trastocar los peores índices desde aquel lunes negro de octubre del 87. Un panorama sombrío más allá de ideologías políticas o adhesiones partidistas: una escabrosa realidad que coacciona la salud mundial amenazando vidas de miles de hombres, mujeres y jóvenes, así como el equilibrio económico y financiero de la comunidad de naciones.