Carlos Rodríguez Nichols
El mundo sufre una crisis sanitaria de alarmantes dimensiones, posiblemente una de las pandemias más severas de los últimos cien años. Las personas que viven en condiciones de hacinamiento y expuestas a multitudes públicas tienen más riesgo de contraer enfermedades infecciosas y padecer serias consecuencias de salud. Esto, sumado a escasos hábitos de higiene personal, obesidad, malnutrición y secuelas patológicas derivadas del brutal desequilibrio e inequidad de los pueblos. Siguiendo esta línea, las personas menos favorecidas están más expuestos a contraer el COVID-19. Pero, las plagas no solo afectan física y económicamente a los ciudadanos, también dejan una profunda impronta en la subjetividad y el colectivo en términos generales.
En este momento, la humanidad gira alrededor de un gran dilema: sacrificar vidas, o, profundizar la crisis económica que significa mayores tazas de desempleo, pobreza e incluso aumento de criminalidad. Una apuesta que afecta el desarrollo y tiene implicaciones sociales y económicas. ¡Si se reabre la economía a destiempo se perderán vidas, y, si no se abre, las clases menos privilegiadas tendrán que hacer lo imposible por sobrevivir! Este experimento sociopolítico pone en peligro la vida de adultos y niños, en su gran mayoría aquellos socialmente menos aventajados; sin olvidar las derivaciones negativas en las clases medias, motor del capitalismo.
Las pérdidas humanas no se limitan a un número estadístico de ciudadanos fallecidos, también afectan el mercado, la producción, la industria, las empresas y a pequeños comerciantes: a mayor número de bajas en la fuerza laboral, mayores secuelas en el engranaje mercantil y financiero. Es decir, un golpe transversal al sistema capitalista, principalmente a las naciones democráticas occidentales.
China en tanto cuna de la epidemia va un paso adelante de Occidente. Durante semanas, Pekín mantuvo silencio acerca de la nueva cepa del Coronavirus con el único fin de controlar los mercados e intereses financieros del gigante asiático. En marzo, cuando el virus se expandía por el resto del mundo, ya el pueblo chino tenía meses en aislamiento: estrategia que permitió reabrir la economía asiática cuando Europa y América apenas imponían medidas restrictivas y cuarentenas. Esto, claramente puso en jaque a Washington. De esta forma, China presionó a la potencia estadounidense a también reabrir la economía, más allá de las implicaciones sanitarias y posibles consecuencias socioeconómicas de una apertura anticipada. Decisión que, en el caso de numerosas pérdidas humanas y económicas, afectaría a gran parte de la sociedad estadounidense.
En otras palabras, el Coronavirus se ha convertido en una apuesta ideológica de las naciones más poderosas del planeta por liderar la arena política internacional; sin duda, determinará el posicionamiento de las potencias mundiales del siglo 21. Un ajedrez entre China y sus aliados nucleares contra las naciones de Occidente; dicho en otras palabras, una contienda en la que mentes estrategas asiáticas y rusas intentan debilitar la potestad de Washington. Poder estadounidense en manos de un incapaz Jefe de Estado desconocedor de política internacional y, ante todo, ignorante en temas de Estrategia y Servicios Secretos: materias en las que el Kremlin y el Partido Comunista Chino, ambos regímenes dictatoriales, son los capos y “master-minds” de esta sinuosa ruleta política: curtidos ajedrecistas que al día de hoy lideran la jugada.
¡Ya los dados están tirados! A la humanidad no le queda otra opción que “observar” los estragos económicos y las perdidas humanas causadas por el COVID-19, y, sobre todo, el “cuestionable” manejo de las grandes potencias de cara a la pandemia.
A los más ávidos de información, el sistema los “distrae” con noticias sensacionalistas, teorías de la conspiración o, en el mejor de los casos, “permitiéndoles” elucubrar opiniones personales; algunas acertadas, aunque la mayoría carentes de transparencia y veracidad. De igual forma, las líneas editoriales favorecen los intereses ideológicos y económicos de determinados sectores de la sociedad, es decir, les susurran al oído lo único que quieren escuchar. Por eso, ¡la misma noticia tiene tantos vectores como caminos que llevan a Roma! …todo depende del prisma con que se mire.