Carlos Rodríguez Nichols
Poco importa lo que el hombre fuerte de la “America First” diga o los errores que cometa, siempre ha sido y continúa siendo adulado por sus incondicionales seguidores. La mitad de la población estadounidense y sus “fans” alrededor del mundo comulgan con sus ideas, tosquedad y matonismo para gobernar.
Se identifican con su comportamiento y forma de liderar la nación, al punto de compararlo con próceres de la estatura de Lincoln y Washington, y estadistas de la talla de Winston Churchill. Ante todo, alaban su capacidad para negociar y sus virtudes en el campo económico. En otras palabras, anteponen resultados económicos a los valores de honorabilidad, lealtad y dignidad; principios, que se esperarían del líder de la primera potencia mundial.
A nivel internacional, la actual Administración rompió tratados comerciales con Asia y Europa, así como el acuerdo anti nuclear con Irán. Desacreditó la crisis climática y el Pacto de Paris y la labor de Naciones Unidas en las últimas siete décadas. Acusó de corrupta a la Organización Mundial de la Salud en medio del Covid-19 y se mofó de las recomendaciones sanitarias de reconocidos epidemiólogos. No obstante, Estados Unidos es el país con más contagios, hospitalizaciones y muertes por el Coronavirus, epidemia que ha causado ochenta veces más muertes que el atentado a las Torres Gemelas.
Si la Casa Blanca no ha podido controlar y mucho menos combatir el “virus chino”, difícilmente podrá vencer al bloque nuclear-militar conformado por Beijín y Moscú, con el apoyo nuclear de los ayatolas iraníes y el dictador comunista norcoreano. Paradójicamente, mientras el supuesto “mejor presidente de la historia” se dedica a desacreditar las propias instituciones estadounidenses, las potencias nucleares se arman hasta los dientes con miras a una posible confrontación militar. En los últimos cuatro años China y Rusia han aumentado su presencia y poder global, y Corea del Norte e Irán han enriquecido exponencialmente su arsenal nuclear a espaldas de la inaptitud de la actual Administración estadounidense.
A nivel ideológico ha polarizado a los estadounidenses entre amigos y enemigos, derechistas ultranacionalistas y socialistas liberales, empoderando a movimientos neofascistas, conflictos interraciales y teorías de la conspiración alimentadas por organizaciones extremistas. En otros términos, ha sembrado ira y animadversión en sus incondicionales fanáticos; especialmente, los sectores rurales con una educación elemental incapaces de entender los principales ejes de geopolítica multilateral.
Ahora más que nunca se requiere de políticas públicas congruentes con las necesidades de millones que viven en el umbral de la miseria, así como soluciones diplomáticas a conflictos internacionales. La humanidad, conformada por más de siete mil millones de personas, exige madurez emocional de sus dirigentes: el matonismo y la tosquedad son anclajes populistas y axiomas políticos de gobernantes tercermundistas inaceptables en líderes de naciones nucleares.
Los ciudadanos de la primera potencia se manifestaron de forma democrática el pasado 3 de noviembre. Sin duda, ganó la democracia. Ahora, el futuro de los estadounidenses y la “estabilidad mundial” pende de la voz de una mayoría del electorado que rechaza a Trump como el “mejor presidente de la historia”.
El presidente electo hereda una nación polarizada inmersa en un espiral de tormentas viscerales, esto, sumado a las consecuencias socioeconómicas de la pandemia del siglo. Epidemia que ha terminado de cavar la desigualdad de clases y los conflictos raciales ya existentes; es decir, ha profundizado la lucha de poder entre los supremacistas blancos y las poblaciones negras o minoritarias a favor de la igualdad de derechos. Pulso entre organizaciones extremistas como QAnon o los Proud Boys y, por otro lado, los seguidores del movimiento Black Lives Matter: dos caras de la misma moneda que rivalizan el escenario político-sociocultural estadounidense. El panorama a futuro es nubloso de todo ángulo que se mire; no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo entero.
¡Buena suerte, Biden!

Excelente Carlos! Muy buena apreciación de todo lo q está sucediendo y lo q está dejando Trump. Ojalá ahora tenga un poco de humildad en aceptar que ganó Biden!
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